Queridos amigos…
Después de este fin de semana especial que todos hemos compartido, de una manera u otra, con nuestros padres o su recuerdo, tal vez descansando, tal vez engripados… o con mucho frío… les hago llegar algo para leer que sigue nutriendo la temática del mes en relación a los aportes de la música popular al género clásico y, a su vez, la realimentación de ésta última por medio de elementos surgidos de lo folklórico ó étnico.
En este sentido podemos mencionar al nacionalismo musical como una propuesta del romanticismo para volver a las fuentes de la cultura campesina, como una manera de insuflar aire fresco a la civilización europea del S. XIX, internacional y racionalista. Elementos como la aparición de la técnica de grabación del sonido y de la voz, invento patentado en 1877 por Tomás Alva Edison en EEUU apoyaron la tendencia a recuperar sonidos surgidos desde lo étnico. En 1905 comienzan sus investigaciones en Hungría Zoltán Kodály y Béla Bartók. Ellos recogían los cantos, música instrumental y danzas de los campesinos magiares para transcribirlas e investigarlas. Bartók extendió sus estudios a las músicas de rumanos, rutenos, eslovacos, búlgaros y turcos. Recorrieron durante años distintas zonas, llevando a Bartók a convertirse en el paradigma del folclorólogo, en el modelo para todo estudioso de fuentes sonoras vivas.
Bartók abordó todos los géneros. Obras para piano, algunas con fines didácticos, ópera, ballet, obras para orquesta, música de cámara, canciones, coros, transcripciones de material folklórico y gran cantidad de libros y artículos. También Kodály colaboró a crear la escuela hùngara moderna de composición sobre la bases de los cantos espontáneos de los campesinos. Fue el mismo quien advirtió a Bartók acerca de la fecundidad del canto popular. El folklore es la esencia de la producción de Kodály, distribuida en obras escénicas, religiosas, corales, orquestales, de cámara y recopilaciones y estudios musicológicos. Su producción coral se ubica entre las grandes maravillas de ese repertorio dentro del siglo XX. Leos Janácek, se ubicaría dentro de Moravia, en la misma ruta cientificista de Bartók y Kodály.
Hubo compositores que se apoyaron en estudios realizados por otros o bien trabajaron sin tener ante sí la necesidad de un fundamento cientìfico. Por ejemplo Joaquín Turina y Manuel de Falla en España, Ralph Vaughan Williams en Inglaterra, Ernst Bloch en Suiza, Georges Enesco, en Rumania, Heitor Villa-Lobos en Brasil, Carlos Chávez en México, Alberto Ginastera en Argentina. Manuel de Falla logró obras de gran belleza y maestría incluyendo elementos folklóricos españoles e influyó en la música argentina, ya que él vivió en nuestro país a partir de 1939 y hasta su muerte.
Se puede mencionar también a Joaquín Turina, Joaquín Rodrigo, éste último tan popularizado por su “Concierto de Aranjuez”. Federico Mompou, catalán, Scriabin en Francia, Xavier Montsalvatge quien funde las influencias catalanas y castellanas en su música, al mismo tiempo que incorpora ritmos indígenas antillanos.
En Inglaterra surge, después de Elgar, una generación de compositores que expresaron el alma de la nación. Ralph Vaughan Williams visitó aldeas de Norfolk y recogió melodías tradicionales. De la misma manera que en España, también en Inglaterra debía surgir música del sincretismo de melodías folklóricas con el gran arte del pasado. Gustv Holst, sueco, John Ireland, Arnold Bax, Arthur Bliss, Arthur Benjamin , William Walton, ingleses.
Un poco después, Benjamin Britten, el más importante mùsico inglés del S XX.
En Latinoamérica, Brasil motivó a Heitor Villa-Lobos a emplear audazmente la temática folklórica. Músico de enorme producción, exuberante y creativo. Fue influenciado por Johann S. Bach por cuanto consideraba que su música obedecía a raíces supranacionales y era atemporal. Con esa convicción creó sus célebres “Bachianas” para diversos medios instrumentales.
Carlos Chávez, en México, creador de orquestas, academias de investigación musicológicas, y con una rica producción, busco alejar el arte de su país de la imitación foránea y acercarla fuertemente a sus raíces indígenas. Estaba convencido de que “la música primitiva no es tan primitiva; en realidad es antigua, y por lo tanto, refinada”.
En nuestro paìs, Alberto Ginastera asumió la representatividad del nacionalismo musical argentino, el cual ya se había afirmado a través de compositores anteriores. Ginastera imprimió un aire renovador en el nacionalismo a través de un armonía politonal, con utilización de danzas, en especial el malambo, que es danza masculina, y de una orquestación que ya fue brillante e imaginativa desde sus primeras obras. Ha sido el músico de mayor proyección internacional que surgido en el país.
Y así, vamos entendiendo un poco más esta interesante relación entre estos dos géneros, aunque nos sigamos formulando preguntas, y está bien que así sea, ya que es el primer paso para el descubrimiento y el aprendizaje.
De la misma manera podemos preguntarnos cómo integramos nosotros a la música clásica en nuestra vida cotidiana, tan impregnada de hábitos, costumbres, creencias y rutina. Y de qué manera, estas mismos elementos van gestando nuevas formas musicales que, si llegan a ser representativas de una región, ciudad o generación, van siendo incorporadas en algún momento a la música clásica. Cada estilo tiene características definidas pero es necesario reconocer que, en algunos casos, estos límites comienzan a adelgazarse y volverse sutiles. Es el caso, por ejemplo, de la música de películas.
La música clásica, en líneas generales, hace referencia, a través de su complejidad y armonía, a lo esencial y atemporal del ser humano, que, justamente por ese motivo, es universal, es decir, común a todos. La música popular representa al ser humano cotidiano, a través de obras de corta duración, como canciones, o partes instrumentales, que no presentan en líneas generales gran complejidad, aunque sí muchas veces gran exresividad y contenidos emocionales, según la música de que se trate. Refleja lo inmediato, aunque podemos considerar que allí también se encuentra la semilla de lo esencial.
Nos acercamos al último encuentro del mes de junio, y esta vez será un concierto especial !!! en el cual disfrutaremos de un pianista de nivel internacional, a realizarse en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura…, hermoso lugar que representa toda una época en la historia de la arquitectura y que fuera sede del Diario La Prensa durante mucho tiempo. Y, como “broche”, un concierto el día lunes 25, de música polaca y húngara.
Después de este fin de semana especial que todos hemos compartido, de una manera u otra, con nuestros padres o su recuerdo, tal vez descansando, tal vez engripados… o con mucho frío… les hago llegar algo para leer que sigue nutriendo la temática del mes en relación a los aportes de la música popular al género clásico y, a su vez, la realimentación de ésta última por medio de elementos surgidos de lo folklórico ó étnico.
En este sentido podemos mencionar al nacionalismo musical como una propuesta del romanticismo para volver a las fuentes de la cultura campesina, como una manera de insuflar aire fresco a la civilización europea del S. XIX, internacional y racionalista. Elementos como la aparición de la técnica de grabación del sonido y de la voz, invento patentado en 1877 por Tomás Alva Edison en EEUU apoyaron la tendencia a recuperar sonidos surgidos desde lo étnico. En 1905 comienzan sus investigaciones en Hungría Zoltán Kodály y Béla Bartók. Ellos recogían los cantos, música instrumental y danzas de los campesinos magiares para transcribirlas e investigarlas. Bartók extendió sus estudios a las músicas de rumanos, rutenos, eslovacos, búlgaros y turcos. Recorrieron durante años distintas zonas, llevando a Bartók a convertirse en el paradigma del folclorólogo, en el modelo para todo estudioso de fuentes sonoras vivas.
Bartók abordó todos los géneros. Obras para piano, algunas con fines didácticos, ópera, ballet, obras para orquesta, música de cámara, canciones, coros, transcripciones de material folklórico y gran cantidad de libros y artículos. También Kodály colaboró a crear la escuela hùngara moderna de composición sobre la bases de los cantos espontáneos de los campesinos. Fue el mismo quien advirtió a Bartók acerca de la fecundidad del canto popular. El folklore es la esencia de la producción de Kodály, distribuida en obras escénicas, religiosas, corales, orquestales, de cámara y recopilaciones y estudios musicológicos. Su producción coral se ubica entre las grandes maravillas de ese repertorio dentro del siglo XX. Leos Janácek, se ubicaría dentro de Moravia, en la misma ruta cientificista de Bartók y Kodály.
Hubo compositores que se apoyaron en estudios realizados por otros o bien trabajaron sin tener ante sí la necesidad de un fundamento cientìfico. Por ejemplo Joaquín Turina y Manuel de Falla en España, Ralph Vaughan Williams en Inglaterra, Ernst Bloch en Suiza, Georges Enesco, en Rumania, Heitor Villa-Lobos en Brasil, Carlos Chávez en México, Alberto Ginastera en Argentina. Manuel de Falla logró obras de gran belleza y maestría incluyendo elementos folklóricos españoles e influyó en la música argentina, ya que él vivió en nuestro país a partir de 1939 y hasta su muerte.
Se puede mencionar también a Joaquín Turina, Joaquín Rodrigo, éste último tan popularizado por su “Concierto de Aranjuez”. Federico Mompou, catalán, Scriabin en Francia, Xavier Montsalvatge quien funde las influencias catalanas y castellanas en su música, al mismo tiempo que incorpora ritmos indígenas antillanos.
En Inglaterra surge, después de Elgar, una generación de compositores que expresaron el alma de la nación. Ralph Vaughan Williams visitó aldeas de Norfolk y recogió melodías tradicionales. De la misma manera que en España, también en Inglaterra debía surgir música del sincretismo de melodías folklóricas con el gran arte del pasado. Gustv Holst, sueco, John Ireland, Arnold Bax, Arthur Bliss, Arthur Benjamin , William Walton, ingleses.
Un poco después, Benjamin Britten, el más importante mùsico inglés del S XX.
En Latinoamérica, Brasil motivó a Heitor Villa-Lobos a emplear audazmente la temática folklórica. Músico de enorme producción, exuberante y creativo. Fue influenciado por Johann S. Bach por cuanto consideraba que su música obedecía a raíces supranacionales y era atemporal. Con esa convicción creó sus célebres “Bachianas” para diversos medios instrumentales.
Carlos Chávez, en México, creador de orquestas, academias de investigación musicológicas, y con una rica producción, busco alejar el arte de su país de la imitación foránea y acercarla fuertemente a sus raíces indígenas. Estaba convencido de que “la música primitiva no es tan primitiva; en realidad es antigua, y por lo tanto, refinada”.
En nuestro paìs, Alberto Ginastera asumió la representatividad del nacionalismo musical argentino, el cual ya se había afirmado a través de compositores anteriores. Ginastera imprimió un aire renovador en el nacionalismo a través de un armonía politonal, con utilización de danzas, en especial el malambo, que es danza masculina, y de una orquestación que ya fue brillante e imaginativa desde sus primeras obras. Ha sido el músico de mayor proyección internacional que surgido en el país.
Y así, vamos entendiendo un poco más esta interesante relación entre estos dos géneros, aunque nos sigamos formulando preguntas, y está bien que así sea, ya que es el primer paso para el descubrimiento y el aprendizaje.
De la misma manera podemos preguntarnos cómo integramos nosotros a la música clásica en nuestra vida cotidiana, tan impregnada de hábitos, costumbres, creencias y rutina. Y de qué manera, estas mismos elementos van gestando nuevas formas musicales que, si llegan a ser representativas de una región, ciudad o generación, van siendo incorporadas en algún momento a la música clásica. Cada estilo tiene características definidas pero es necesario reconocer que, en algunos casos, estos límites comienzan a adelgazarse y volverse sutiles. Es el caso, por ejemplo, de la música de películas.
La música clásica, en líneas generales, hace referencia, a través de su complejidad y armonía, a lo esencial y atemporal del ser humano, que, justamente por ese motivo, es universal, es decir, común a todos. La música popular representa al ser humano cotidiano, a través de obras de corta duración, como canciones, o partes instrumentales, que no presentan en líneas generales gran complejidad, aunque sí muchas veces gran exresividad y contenidos emocionales, según la música de que se trate. Refleja lo inmediato, aunque podemos considerar que allí también se encuentra la semilla de lo esencial.
Nos acercamos al último encuentro del mes de junio, y esta vez será un concierto especial !!! en el cual disfrutaremos de un pianista de nivel internacional, a realizarse en el Salón Dorado de la Casa de la Cultura…, hermoso lugar que representa toda una época en la historia de la arquitectura y que fuera sede del Diario La Prensa durante mucho tiempo. Y, como “broche”, un concierto el día lunes 25, de música polaca y húngara.